Monday, October 13, 2014

El escritor invisible

 
Pasaba en París largas temporadas anuales. A diferencia de otras suyas, esta ciudad, que llegó a adorar, no le resultaba invisible. En ella, el invisible era él. Allí también hacía el transporte de la basura hogareña, con la destreza y el gusto que evocó en un hermoso texto sobre el único oficio doméstico que su familia le permitía, porque -como es sabido- en los demás era un desastre.
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Desde su casa parisina salía todas las mañanas hasta St. Germain-des-Près, a comprar los diarios italianos. Iba y volvía en metro, en ejercicio de una de sus viejas aficiones: la exploración del mundo subterráneo.
 
Cuando el escritor recordó uno de esos viajes cotidianos, fue cuando declaró su ilusión de ser invisible, para sentirse bien. Eso está en aquel párrafo del espléndido texto Ermitaño en París, con motivo de su encuentro con una imagen insólita: un hombre descalzo, con lentes, que parecía un atildado profesor distraído, a quien se le hubiera olvidado ponerse calcetines y zapatos. El hombre andaba así y nadie lo miraba.
 
“El sueño de ser invisible”, dice nuestro autor.
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París es una enciclopedia, “una gigantesca obra de consulta”. Eso afirma con gracia el eremita, quien al entrar en cualquier negocio sentía que estaba abriendo el capítulo de un tratado. Como le fascinaban las tiendas de quesos, las visitaba con frecuencia y encontraba en ellas el Discurso del Método.
 
No es que haya museos en París. Es que toda la ciudad lo es. Por eso confesó su gusto por una especie de tautología museística: el Musée Carnavalet, dedicado a la vida y la historia de la ciudad. Me agrada mucho esa predilección, porque la comparto. Además, ese lugar fabuloso está en el Marais. En una de sus salas, mi amigo Najul estuvo a punto de saltar el cordón y acostarse en la cama de Proust. Yo lo hice desistir, diciéndole que un acto así no sería tan “invisible” como andar descalzo. El Turco, entonces, se quitó los zapatos y contempló en silencio la recámara proustiana.
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Diré ahora su nombre, aunque todos saben de quién hablo. Lo haré para no incurrir más en la sinonimia de los vocativos (“el escritor”, “nuestro autor”, “el eremita”) y, sobre todo, porque el próximo miércoles estará de cumpleaños y celebraremos una vez más la grandeza literaria de Italo Calvino.
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Acá, el video en el que habla de París. Es una delicia oír a Calvino:
https://www.youtube.com/watch?v=6jdiCztTLQw

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