Monday, July 31, 2006

Arvo Pärt nos redime desde Estonia


Arvo Pärt

Durante la amable penumbra última (que para mí es la primera y dura poco, como se sabe) intento escribir una página y nada que despego. Sé que falta poco para que venza el plazo cotidiano de las sombras y hoy se me ha ocurrido escuchar música, a ver si algo me sale. Busco en el archivo de mi máquina y el azar me depara una belleza no buscada. Me quedo en ella. Es Arvo Pärt y su Canto en memoria de Benjamin Britten.

Y ardamos, y callemos, y campanas. Y oigamos sin escribir, que no hace falta.

Saturday, July 22, 2006

Juan Cruz sobre el síndrome Materazzi y el periodismo


Albert Camus, futbolista y filósofo (y periodista)

Porque lo suscribiría tal cual, copio algunos párrafos del artículo de Juan Cruz que aparece hoy (22-07-06) en El País:
"El insulto no deja huella en el rostro, pero se aloja en el alma como una humedad pegajosa. Un día la humedad explota. Esa humedad aloja un bagaje genético que se sucede de tatarabuelos a nietos, y a veces se resuelve como un resplandor que deja secos a los que hacen la historia.
El otro día nos aprestábamos a conmemorar la felicidad de haber visto jugar a Zidane, y de pronto éste le pegó un cabezazo a su contrario. Y fue la de Dios. Es decir, aquel caballero había acelerado su caballo, y había disgustado a los que piensan que es mejor aguantar que reaccionar; el papel de Zidane -así se dijo- era el de aguantar.
(...)

El fondo del problema lleva hirviendo durante siglos y se aloja dentro de la capacidad de humillación que saben usar los que insultan. Materazzi usó el reloj del insulto con una precisión ladina: cuando más cansado estaba el contrario, que había fallado un cabezazo -este sí, contra el poste- y yabía sufrido una lesión que parecía dejarle fuera de combate. En esas circunstancias la genética del italiano sabía muy bien qué le podía doler más al argelino (de origen), y fue a su mismo origen, a hurgarlo, a levantar la tapia de una humillación antigua: la de afrentar a la familia. Acaso Zidane no lo sufrió, ni en su infancia, pero es posible que en su memoria más ancestral ese insulto haya sonado mucho más potente que un arañazo. Y surgió de él ese resplandor negativo, el cabezazo.

El insulto va haciendo su trabajo, hasta que cualquier contingencia convierte la reacción pospuesta en una venganza extemporánea, caliente, casi impúdica, e irracional. Luego el que ha insultado como quien pega sin ser visto señala con el dedo: `Me ha pegado, me ha pegado`. Y no sólo eso: la sociedad se escandaliza, y el que ha levantado la mano, cuando pudo haber levantado la voz, pasa a la historia como un vengativo que no ha tenido la caballerosidad suficiente como para haber aguantado sin rechistar la lluvia fina de los insultos de su contrario.

(...)

Cuando Zidane dejó el campo helado, y él mismo se fue como un héroe equivocado, mirando de reojo la copa que ya no iba a alzar en ningún caso, se quedó flotando una imagen legendaria, la del extranjero en la obra de Albert Camus, evocada aquí, para hablar de lo de Zidane por Lluís Bassets: sumido en la vergüenza, o en la humedad, del sol fastidioso de la tarde, hostigado por una riña que se le antojaba absurda, aquel hombre que olvidaría incluso el día de la muerte de su madre arremetió contra su oponente...

La historia terrible que siguió a esa humedad alocada del sol fue resumida por Camus en una de las más bellas descripciones literarias del desastre: `Comprendí entonces que había roto la armonía del día, el silencio excepcional de una playa en la que fui feliz`.

La cantidad de escritura que ha propiciado este acontecimiento extraño protagonizado por Zidane tiene su origien en varias extrañezas, la principal de las cuales comienza con esta pregunta: ¿Cómo pudo hacer eso Zidane? La capacidad de irritación que consiguen los irritantes es infinita, pero el irritante es luego el que levanta el dedo: `¡Que me están limitando mi libertad!`.

En los principios de los noventa, cuando Luis María Ansón y otros periodistas iniciaron una conspiración para devolver el poder a la derecha -a la que luego le reclamaron el pago de los servicios prestados-, cualquier voz en contra era señalada: `¡Están atacando nuestra libertad de expresión¡`. Se puso en boga la capacidad de insultar como una de las artes de la libertad, y el reguero de pólvora húmeda que generó esa simpleza desvegonzada siguió hasta hoy, y de nuevo arrecia.

El otro día un juez español señaló en una sentencia -contraria al periodista que los profirió, menos mal- la cantidad de insultos proferidos desde la emisora episcopal contra un medio de comunicación cuyo modo de proceder no gusta al autor de los improperios. La lista circuló en algunos medios -uno de ellos no sólo publicó esa lista, sino que se permitió añadir lo que el juez dijo que tampoco se podía decir: el número al que debían dirigirse los que quisieran anular la suscripción que tuvieran con el medio vilipendiado...-.

Ésa es una lista instructiva sobre lo que nadie debería decir del otro. Sobre ella no se ha pronunciado -cómo iba a hacerlo, no lo ha hecho nunca, no lo hará- la Asociacion de la Prensa ni ningún otro organismo encargado de velar por que los periodistas no crean que todo el monte es orégano y que insultar no sólo es mala educación sino que no es periodismo...

Estos materazzi de los medios que son capaces de decir de otros incompetente, lamentable, irresponsable, traidor infecto, repugnante, falso, calumniador, basuro, abyecto..., y no sigo copiando porque a los dedos también les repugna la pulsación del teclado, se han hecho la orla de los verdaderos depositarios de la libertad de expresión. La altura a la que han llegado es inversamente proporcional a la dignidad que desprenden.

La FIFA ha llamado a un careo a Materazzi. Aquí en el periodismo, no hay FIFA (menos mal, digo yo, Altazor, no Juan Cruz), pero hay muchos materazzi que disfrutan de la impunidad del insulto, y cuando alguien los reconviene, simplemente llevándolos al juzgado, levantan el dedo y gritan otros insultos, reproducen aquellos que se les prohíben y señalan al insultado: `¡Me quieren amordazar¡`.

Libertad de expresión, cuántos crímenes en tu nombre. Y cuánta impunidad asiste al que insulta, hiere, reconviene y ensucia"

Juan Cruz

Tuesday, July 18, 2006

A 70 años del golpe de estado contra la República


Luis Cernuda

No pasaron. Ante la poesía, no pasaron ni pasarán nunca. Que Luis Cernuda siga diciéndolo con este formidable poema de la dignidad:

1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.


En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias porque me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

Sunday, July 16, 2006

Crónica social de la zona tórrida


Cuchi en el centro

En el centro del mundo, en el centro de la zona tórrida.

A su izquierda, una de las más inteligentes periodistas y sociólogas de Ecuador: María Augusta Calle.

A su derecha, quien pudo ser (tal vez será) alcaldesa de Quito.

Afuera, el cielo que no entra en la fotografía pero que recuerdo espléndido.

¿Música? Pienso ahora no en la que sonaba en la sala, sino en Schumann. No sé por qué.

Esto pasa el 5 de julio a una hora sediciosa.

Cuchi está feliz. Venezuela esa noche ha sido su cocina.



Friday, July 14, 2006

La otra Lila


Lila Downs

La podemos oír en esta página:

http://www.liladowns.com/

Estuvo en la Frida de Salma Hayek y hoy Alejandro Calzadilla la llevó a la UNEY.

La estoy oyendo y bebo margaritas a su salud y a la de ustedes.

Thursday, July 13, 2006

Cuchi cocinando en Quito


Cuchi cocinando en Quito

Ahí está Cuchi (Cruz del Sur Morales) uno de los días en que su talento y su capacidad de trabajo hicieron que la cocina venezolana obtuviera la aprobación de los numerosos y diversos comensales del Swissôtel de Quito. El esposo de Cuchi tomó la foto y la trae hasta acá sólo para desahogar su orgullo.